Traje

Sacarse un traje espléndido mientras la lluvia apenas cae
Zhang Er


Quiero otra vez
la inagotable planicie de tu proximidad
el mapa roto, abandonado
a los pies del tesoro
quiero, (quisiera) además
(¿es que nunca dejaremos de desear?)
las señales antiguas,
esos signos del comienzo
que olvidamos en el viaje
para estar juntos
aquí sentados, viendo
con el mismo placer con que se hojea
un álbum familiar
cada astucia y cada vacilación
el enredo
y la póstuma
libertad de los hilos
en la trama mayor,
perdidos
cruzándose mi vida
con tu vida
mirándonos vivir
desnudos, de tan cerca
como si nos sacáramos
el traje más espléndido
mientras la lluvia
apenas
cae.

Chinos

Hay un vaho a madera, un aroma de sàndalo
una atmósfera límpida.
La puerta de su casa se orienta hacia el oeste
sus ventanas admiten
que la luz se impaciente
y teja sobre muros de lisa superficie
una trama curiosa de sombras como lazos
que sellan sus uniones
porque aquello que vibra en idéntico tono
se encuentra, se reúne.
Ellos han conocido la amplitud de este mundo
y no han sido mundanos.
Han viajado por vastos territorios
han cruzado los mares y surcaron el aire
hasta llegar aquí.
Reciben al que llega, despiden cordialmente
a quien decide irse,
no contienen sus gestos ni levantan la voz
valoran la verdad y la armonía
sonríen, se sonrojan
atentos a los otros, ofrendan lo que tienen
y son dueños de sí, por sobre todo.
Yo respiro su casa
y se aquietan los cuartos de mi casa
la tarde que transcurre
se asienta blandamente sobre un confín lejano
de prados infinitos y ríos de colores
un prolijo camino trazado con los pasos
de hombres anteriores, con idéntico espíritu,
campesinos de túnica sencilla
que ascienden todavía las montañas azules
sin apuro y sin pausa.
En los sesgados ojos de la hija
que busca las palabras en mi idioma
como quien eligiera en un jardín profuso
las flores adecuadas,
se refleja la calma.
Esas caras sonrientes y amarillas
en las tazas de té dibujan lunas
con un punto sombrío.
Ya es de noche
en la negra extensión
del cielo que resumen las persianas
hay un punto de plata que ilumina.
"Saber que el agua sirve
para saciar la sed
no sacia
la sed que hay en los hombres".
Habría que beberla.
Llevar, desde una lengua hacia otra lengua
lo invisible del mundo
apenas nos acerca a lo que en ellas
desnudo reverbera
y desde allí nos habla.

Imprevisto

Con la dulce manía de acariciarle el pelo
podía sentarla sobre sus piernas
sin temblor
-la tan pequeña-
belleza contemplable
la mano en la cintura
mirarse así los pies
los pies de ella
y el pequeño soporte del zapato
ligero como un baile
con esa hebilla brillando sobre el raso
brillo de plata
el fondo negro
brillante el raso con esquirlas
de tanto andar las calles
tanto le gustan el sol el verde el aire
motas de polvo
a las suelas, adherido.
El cuerpo al fin, y sobre el cuerpo
cerca
el perfume
unas gotas de agua
en las puntas del pelo
largo
lacio.
Acierta a veces,
la previsión exacta
da en el tiempo
el espacio
sin embargo se asombra de la sombra
sensaciones o ideas:
es recuerdo si es ráfaga
o maldad, si es destello.
¿Y no era, al fin, el tiempo
lo que se hunde en el límite
de un demarcado espacio
o este cuarto, esta escena
la materia
que disuelven las horas
en aguas que nombramos
(como si fueran sólidas)
memoria?

Rojo-verde

Es un verdor de fondo.
Descalzo. De mañana.
Telón de la mirada. Transparencia.
Es verano. Es un banco de la Plaza Lavalle.
Es la noche en el puente.
El fuego escaso. El frío.
La moviola: sus cintas.
Ay, papeles febriles. Regresos y regresos.
Más regresos.
Salvo aquella montaña
(la arena de la infancia)
sólo el polvo en los años sucesivos.
Rojo sangre. Se cierra.
Tabaco Caporal. Caricia delicada.
Rojo. Cierra.
Cómo vuelven sus ojos estos días.
Rojo es fin de lo verde.
Morirse es la penúltima crueldad.

Desvíos

Con tus pálidas manos de largos dedos frágiles
extendiste el tapiz delante de mis ojos:
una escena brillante, la pareja de barro junto a un árbol
y una atenta serpiente envuelta en la raíz
(-lo que atrae es su aliento-, dijo el hombre nacido en lo hondo de la selva)
Vi el azul de los mares más remotos, el oro de las islas
la copiosa llovizna que perfuma los bosques
la aurora en la comarca de los hielos
la belleza imposible de una orquídea violácea.
Seguí el curso de tu índice con mis manos mojadas
quería detenerte borrando cada línea
(de los infiernos previos no trajimos palabras)
En la trama faltaban unos hilos. Ausente la pintura en la tela raída,
reclamaba la luz sobre una grieta. La lengua sobre el tiempo
invoca el raro acento que ponen las estrellas
en la profunda noche de puertas entreabiertas
que no cobija el sueño y deja ver las llamas del camino cercano.
Allí habrías ardido y yo podría haber sido Reina de Tus Cenizas
(abdico por amor
al fulgor más intenso del que guardes memoria)

Tapiz del Paraíso, cuerpo de espeso barro:
quedémonos aquí mientras duren las lluvias.
Ya intentamos dormir amparados por piedras
donde orinan los perros al llegar la mañana.

Preludio y solo

En esas manos donde
se asienta desde ahora la dulzura
y se vuelve despacio
hacia el rostro cambiante de los vientos
reluce una intuida maravilla
acunada
criada con las leches
salvajes, con la savia
agridulce y conversa
del árbol siemprevivo
que custodia la puerta del reencontrado infierno.
Cancel del paraíso
tu mirada detrás de las miradas,
ya está el ojo que alumbra
la visión verdadera
hay en todas las cosas
un destello que marca
la imprevista
celebración del rito de la noche
bajo lunas piadosas
sin palabras.
No más gestos, mi amor
el mar ondea aquí sobre la inmóvil
catadura del tiempo
sobre la pampa
de perdidas estrellas
ungidas con un brillo que conozco
porque estamos sin nombres
sin hogar ni vestido
sumergidos en brumas.
Opalo
oscura criatura de la denegación
cierra la boca ahora
crispa los dedos aferrando lo que sea:
a partir de esta noche
no habrá guías.