Navidad de los pobres

Es tarde
ya vimos como el sol
se hundía
entre rosadas luces
nubes púrpuras.
El jardín del verano cambia
a medida que la noche
lo dibuja borrando los contornos
la sombra aparta
morosa
aquello que de día
parece necesario
y ahora sobra,
es lastre del exceso.
La noche está desnuda
camina entre nosotros
y hace frío.
No hay luna.
La distancia es un país
de golfos y penínsulas
ahora desolados
sólo extremos
solos
en esta sombra extensa
que es el mundo,
entre aquello sin ropas
que deja ver sus huesos
en lento deshacerse,
su desmayo de polvo.

con algunas dulzuras
tus manos que sostienen la copa todavía
me acercan
hasta el borde de la boca
la taza
(o a la inversa)
siento el cáliz de tu mano,
el perfumado vaho de las hierbas
su calor
tu firmeza
aunque no vea nada desde aquí
salvo la densa oscuridad
de mi vestido negro
de fiesta y agonías:
las migas en la mesa.
A mis espaldas
desnudo como se llega a algún lugar
como todos nos iremos algún día
viene
y es sombra dentro de la sombra
aire del aire.
Cubre con lana rosada
-rosa de angora-
mi escalofrío
la serpiente prendida
de ese revés de mí
que le está dado ver y a mí se niega.
Abriga. Cubre y abraza.
Como el ángel de Rilke
su amor me guarda,
me da a beber de la belleza
me cuenta entre las cuentas
del mítico collar
(falsas las perlas, el brillo verdadero)
que hilvanan sus palabras y las mías
con el hilo absoluto
que resiste los filos
(dientes de monstruos,
uñas y garras)
porque es vida
que por fuerza se anuda,
cordón sagrado.
Ni siquiera hace falta que sugieras
que sabrás deslizar
con hábil mano
copa
cáliz
el vestido nocturno de agonías
hasta el húmedo césped del jardín.
No hay más sorpresa que la aurora
de alguna vez tus manos
sobre el cuerpo
donde hiciste
la casita de cuento de tu alma,
la pura síntesis,
eso
que nos quedamos contemplando
-los dos desnudos desde siempre-
cuando el jardín ya no se ve.

Pupila


"Era como fotografiar la luz"
Bert Stern, acerca de Marilyn Monroe



Ve así los cráteres pequeños de sus poros
el vello denso o suave
la humedad y el dibujo
delgado de las grietas,
nervaduras de savia transparente
tornasoles
su azul ramo de venas
arena y raso
y así lo liso, lo viscoso
lo adherente
el mapa releído
ajado entre sus manos sudorosas
lo que fuga al paciente trabajo del topógrafo
por rendijas que apenas se perciben
en el soberbio fondo
que provee la noche
a la sólida verdad de ese latido
que en silencio estremece
y a oscuras, brilla.

Play-Stop-Rewind

Cada instante
excava un cementerio imperceptible
que guardará algún día nuestros huesos
-aquello que en nosotros
imita con torpeza
el arte de la piedra-
dónde irán estas almas
a cuántos pasos
del confín de la tierra
quedarán detenidas
en qué voces
irán a dar los ecos
qué memorias
rescatarán las barcas del sentido
del tormentoso mar de las palabras
-aquellas que dijimos
y las que hemos escrito-
qué ojos
custodiarán entonces
la belleza, el horror que concebimos
con los ojos de ahora.

Una serie de círculos
rodean y conforman el espacio creado,
abanicos y anillos alrededor de un nombre
portales del infierno
o arrabales del cielo
en las extrañas manos del amor de los otros.