Aokigahara

A cada paso
el crujir de hojas muertas
las ramas retorcidas
forman arcos
por donde pasa el aire silencioso y
somnífero
como siempre, los hombres
uno detrás del otro
continuo mar de árboles
el bosque de
Aokigahara
vida negra y oceánica
donde el soplo del viento
no inmuta
a los que allí se internan
intenso mar verdoso
oleaje de la angustia en su desborde
bosque de cuerpos de hombres pendiendo de los árboles
con sangre derramada sobre las hojas secas
su charco oscuro
oculta los inútiles mensajes disuasivos
¿qué advierten los carteles?
¿a qué teme quien busca, con sus manos, la muerte?
mar de impulsos cerrados
las almas suicidadas que no saldrán jamás
del lugar que les fue
en vida
intolerable
escuchan lo que han dicho
los que traen noticias
de un ordenado más allá:
el alma del suicida
sufrirá para siempre
la helada rigidez que le impida moverse
el castigo
será habitar la muerte
como una galería de infinitos espejos
repitiendo el engaño,
el dolor
la desdicha
como este mismo bosque se repite
enorme mar de árboles de piedra
como no ha de cambiar en el reloj
la hora eternamente detenida
en que el amante
cerró por fin la puerta y echó,
una por una,
-como semillas grises-
ese horror que transmuta en un deseo único
el que al bosque los trajo,
piedras en los bolsillos
la cuerda tensa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

nunca dejo comentarios porque su poesía me deja sin palabras. ésta también.
tristísimo y bello a la vez.

inx dijo...

Gracias, Vad.