La estación de las lluvias

Si el futuro está detrás de unos velos de gasa
no es más que una borrosa signatura
una piedra ilegible, aún cuando la historia
paciente la cincele, o el azar la erosione
con su aspecto inocente.
Aquí alzaste tu puerto, la muralla de arena no contiene
el desmadrado oleaje que lo arrasa.
Hay pecados impagos, rojas cuentas celestes.
Nos cercan. Ya escucho las alarmas
sirenas, galopes de caballos
un brillante sonido de aceros o de bronces
rasgando el aire espeso de la noche.
Nuestras sangres se anudaron como lazos
-apegándose al muro, reverdece la hiedra-
sin embargo, nos hiere la pequeñez del tedio,
nos matará un susurro
la estación de las lluvias,
el ópalo cambiante de los días que vienen.

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