Detrás
Se ve a lo lejos y te atrae
su tenue luz
de farol de papel, iluminando
la trastienda del sí,
el oculto desván donde se guarda
el arcón del tesoro y las verguenzas
(cofre del mal, del bien).
Afuera hiela.
Sobre la hierba blanqueada de los campos,
son ciegas multitudes que figuran la Nada.
Aún en pie, como las torres
que enmarcaron las puertas de la ciudad perdida
(se hundía en las mareas
sus barcos ebrios, sus hombres necios
no fueron más
que un puñado de arena en las arenas
de la playa infinita)
abrazamos vestigios,
-hay señales-
alguien talla unos signos en las piedras
deja restos de sal,
o de un polvo del oro más antiguo,
sobre el desorden triste de las ruinas.
El agua trae
trafica con lo sólido que lleva,
captura con su astucia
unos peces sonámbulos
peces
de carne y sangre, anfibios peces
con destellos de plata en las escamas
vida
en la entraña porosa de la tierra
Vemos el alma del hombre, a contraluz
como el revés de un tapiz donde se anudan
los diez mil hilos que cruza y entrecruza
alrededor del universo
la dúctil mano de dedos invisibles,
la fuerza sin medida,
sin número
y sin nombre
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