Procedimiento

Lava la herida
busca
un manantial
de agua que sane
pura
sólo intención del bien
médula
corazón sobre la tierra
latiendo solo
seco.
Después del llanto
del diluvio
la balsa tosca que descubre
islas de porvenir

Aokigahara

A cada paso
el crujir de hojas muertas
las ramas retorcidas
forman arcos
por donde pasa el aire silencioso y
somnífero
como siempre, los hombres
uno detrás del otro
continuo mar de árboles
el bosque de
Aokigahara
vida negra y oceánica
donde el soplo del viento
no inmuta
a los que allí se internan
intenso mar verdoso
oleaje de la angustia en su desborde
bosque de cuerpos de hombres pendiendo de los árboles
con sangre derramada sobre las hojas secas
su charco oscuro
oculta los inútiles mensajes disuasivos
¿qué advierten los carteles?
¿a qué teme quien busca, con sus manos, la muerte?
mar de impulsos cerrados
las almas suicidadas que no saldrán jamás
del lugar que les fue
en vida
intolerable
escuchan lo que han dicho
los que traen noticias
de un ordenado más allá:
el alma del suicida
sufrirá para siempre
la helada rigidez que le impida moverse
el castigo
será habitar la muerte
como una galería de infinitos espejos
repitiendo el engaño,
el dolor
la desdicha
como este mismo bosque se repite
enorme mar de árboles de piedra
como no ha de cambiar en el reloj
la hora eternamente detenida
en que el amante
cerró por fin la puerta y echó,
una por una,
-como semillas grises-
ese horror que transmuta en un deseo único
el que al bosque los trajo,
piedras en los bolsillos
la cuerda tensa.

Fatal

Miró en sus ojos
la suerte decidida:
-siempre hallaría razones para hundirse
en destellos verdosos
que acaso vela el placer
por un instante
sometido al vaivén,
la inquietud de los párpados-
Supo ignorar su pequeñez
ese desgarro de rústico telar
cubriendo apenas las verguenzas.
Nada podía decir
la voz disuelta
como la arcilla blanda que se inmola
en una última
inútil máscara.
Tal vez
la desesperación
empujó intentos
como brazadas contra el aire
o insensibles responsos que se pierden
como se perderá enseguida
el rastro de sus huesos
en los años que sigan a estos años,
a su entrada temprana
en el puntual palacio del olvido.
Leyó la cifra marcada en sus pupilas.
Ahora
iría a hundirse en el océano infinito,
y allí en el fondo
se sumaría a algún espíritu grandioso
el que soporta los barcos y los hombres
sobre una línea
sinuosa, quebradiza
como si fuéramos
sólo un levísimo respiro
que no inmuta ni hiere
-no deja marcas-
en la corriente apática del agua.

Chacarita

"Mi desesperación es su obra y, sin embargo, ahora los necesito". Simone Weil (Venecia salvada)

Un plano general de vías desiertas
montañas de basura
enfrente el permanente susurro del ayer
y el muchacho que orina casi pegado al muro
ajeno a la memoria y al instante
la mañana nublada en que comprendo
la transparencia extraña de esta rueda
la inútil tiranía de los sueños del mundo
debajo de estas losas
duermen huesos que amé
-del polvo y hacia el polvo-
se incuba mi lugar:
aquí viven mis muertos.

Noticias

Miro la calle
desde la ventana:
una mañana calurosa
en la que los árboles se agitan
de repente.
Así aparecen
como una saga detallista
tus imágenes,
como el viento en las copas
jadeando
en pleno marzo
en Buenos Aires,
y una cascada de nosotros
precipita
como chorros de agua que se hunden
en ríos tumultuosos
desde una gran altura.
Alguien habló
soltó
echó a rodar
unas palabras inciertas que incluían
una versión de vos,
una noticia
acaso no del todo inesperada
(si hemos sabido
con el tiempo
que al final del pasillo está la muerte
que el corredor, a veces, es un túnel
y otras, una ancha franja a cielo abierto
en la que puede
llover a cántaros
nevar, como en los polos
o descorrerse el velo que oculta las estrellas
antes de una tormenta de verano)
Alguien
y su voz vagamente conocida
- o íntimamente ajena-
puso tu nombre en la mañana de este día
puso tu nombre otra vez sobre mi boca
dentro y
trajo
como quien corta uvas o cerezas
-en racimos-
un tiempo que los dos hemos perdido,
la ironía
de ver girar la rueda de los hechos
presos, como las formas no nacidas
en un bloque de piedra,
en el perfil oscuro
de un alto acantilado
que nada rozará
salvo, tal vez,
el viento
ese que insista,
soplo por siempre inesperado,
en el tiempo que reste
de esta vida.

Génica

Sólo una línea
una fina serpiente de tu puño,
su fluido.
Escupe sobre mí
en líquida espesura
pero no dejes
de tejer estos hilos que se sueltan y asfixian
cada vez que te apartas.
Toca este helado corazón
aún con las garras más filosas
sángralo
sángrame.
Mi vida empalidece
me he vaciado en papeles inútiles
si me dieras la muerte en una línea
una fina serpiente
arrancada del hueco de tus manos que amé
volvería
infalible
ese aire viciado
que respiramos
juntos.

Vertientes

Fuente de aguas inquietas que verdean
bajo el el tímido sol que se ha escondido,
como húmeda pampa
sobre la línea lisa del poniente,
brillo fugaz obnubilado por el polvo
de un galope fantasma hacia destinos
inciertos como el surco
que alguna vez labraron manos ávidas
y ahora es sólo el nido
de la humana maleza,
el tiempo próspero
de la cizaña que te envuelve y nos ahogaba.
Contaminada fórmula
de toda la pureza que ha cabido
en un sueño sin cuerpo,
velo de liviandad evanescente
que enjugaba el sudor de esa única fe
ciega y pequeña.
Cede al golpe del viento,
desborda
precipita
y se la beben
de un sólo trago
guardando el luto de este cielo permanente.
Con qué triste paciencia
vemos el fondo donde yacen,
ahora inútiles
ese puñado vago, patético en su herrumbre,
de pequeñas monedas
sin valor,
en desuso
como el fuego fugaz de los deseos
que lanzamos entonces
alegremente al agua.